RELATOS CORTOS
YO THINK-EO
Es una trampa, la cultura. Una conveniente imposición de los dueños del poder, ellos en el mundo dicen que así es, así ha sido y así será. Con esta disculpa en India casan a las niñas desde los 9 años con hombres viejos, viudos o enfermos.
Esta practica milenaria, es culturalmente aceptada, socialmente forzada y las niñas terminan pensando que eso es lo correcto, que así lo hicieron todas las mujeres de su familia y así seguirá siendo. sin importar que ellas mismas mueran en la primera relación con su nuevo dueño.
O la aceptación religiosa y cultural de la ablación, proceso de destrucción del clítoris y los órganos externos femeninos, una técnica arraigada y consentida en 29 países africanos, con la disculpa que las mujeres no necesitan y no deben sentir placer, o que mientras exista dolor en los órganos genitales ellas no tendrán relaciones sexuales ilícitas. Igualmente es ta aberración, es aceptada y practicada incluso por las mujeres ancianas y las mismas madres, sin importar que eso signifique violación a los derechos de las niñas, dolor, infección, o muerte.
Otra forma cultural impuesta: las religiones; un pueblo es judío, católico, protestante, musulmán, o lo que sea porque tradicionalmente así es, porque sus antepasados lo fueron sin alegar sin preguntar, sin permitir cambios.
La cultura es la manera más es eficaz de, gobernar, de usurpar, exigir el cumplimiento en nombre de la tradición. Es valido para los que comandan un país, para los que regentan el mundo para ellos, que nos necesitan a todos tradicionalmente buenos, maleables, fáciles de manejar.
Afortunadamente, nos movemos hacemos maletas y nos vamos. Aprendemos, vemos el mundo, nos convertimos en “new arrivals”, con la maleta llena de sueños, tristezas, deseos, miedos o esperanzas.
Todos los equipaje son distintos, es como si empacáramos, nuestras costumbres y las fuéramos deshaciendo lentamente, al principio con orgullo de mostrar lo que somos, lo que traemos. Lentamente, ya no las sacamos más, las dejamos allí, guardadas. Con los días, cerramos la maleta con llave, con los años la escondemos en el rincón de los trastos.
Entonces es cuando nos descubrimos re-diseñados, con nuevos aprendizajes, ya no aceptando lo que culturalmente me impusieron, ahora pienso en lo que quiero, lo que me conviene, lo mejor a mi alrededor, juzgo lo que veo, pongo mi pensamiento critico a trabajar, me llaman anarquista, comunista, feminista, libre pensadora, o puta pero sigo siendo esa quien empacó cultura, tradición y religión para descubrirse a no aceptar simplemente porque me dijeron que así era, es y será.
Y bienvenidos, esos nuevos matrimonios de palabras raras inventadas pero deliciosas; recordándome quien soy y de donde vengo.
Por eso es que hoy yo posteo tu mopeas el juevea nosotros faxiamos vosotros flipais y ellos se ríen de todos.
PatinCardona
08/03/16
OLOR A RECUERDO
“Yo estaba tranquilamente esperando que alguien me pasara la avenida en el cambio de semáforo. Mi atención estaba totalmente puesta en las personas a mi alrededor, de pronto sentí una presencia, que cambió el curso de mis sentidos, algo decía este hombre, algo comentó a su alrededor, era su voz, pensé que era él, sentí su olor, era ese olor viejo por el tiempo que había pasado, húmedo, cansado, triste, como una mezcla entre ropa mal lavada o puesta antes de secarse y un perfume ordinario. Ese olor que queda después usar un jabón para el cuerpo con el cual también se afeita y lava el pelo. Sentí que mis días se devolvían y tuve miedo, luché para que mis lagrimas se quedaran allá, atrás, en la garganta, no como lo hice, cuando era chico y lloré de rabia. Noté que mis piernas temblaban por la inseguridad que aquel momento me causaba. Dudándolo, quise comprobar la teoría que mis otros sentidos me lanzaban, dirigí mi mirada hacia él y le hablé, quería escuchar su voz y estar seguro. Le pregunté si era posible que me ayudara a cruzar la calle, o si me podía avisar cuando el semáforo pasara a verde. Yo sabía perfectamente que el semáforo aún demoraba otro poco pero quería aproximarme más a él, sentirlo, tocarlo porque necesitaba estar seguro”.
La ciudad es un infierno a esta hora de la mañana, carros pitando, personas hablando, gritando, corriendo, los buses desesperados con el chirriar de sus motores y el juego de frenos, esos odiosos frenos de aire, que cuando se aplican a los camiones parece como si la máquina se contorsionara desesperada.
Un joven ciego dispuesto a cruzar la calle, que busca con su oído alguien cerca que pueda ayudarlo. Es una escena típica, para cualquiera no conocedor. No para sus amigos y conocidos, para ellos es extraño escuchar esto pues lo conocen y saben lo intrépido que es, saben que el no dudaría en pasar la calle solo, como lo hace casi siempre, seguro de su timón mental y sensorial. Ese que desarrolló luego de vivir en un hospital por mas de 10 años al cuidado de una y todas las monjas quienes lo “adoptaron” por decirlo así, desde que tenia seis meses de edad. Un día largo y triste, para ambos; madre e hijo, el momento cuando ella decide dejarlo allí y no volver nunca mas, al descubrir que su hijo quedaría ciego a causa de la meningitis. Una madre atribulada por la situación económica, triste, abandonada, para quien es mas fácil dejar a su bebé y confiar que alguien le ayude y le de lo que ella no puede.
Es un chico bajo, redondeado, sin ser gordo, cabello rojizo y largo hasta los hombros, su cara, brazos y manos tienen pequeñas pecas semejando un mapa sobre fondo blanco rosado.
Aprendió a dirigir sus ojos hacia la persona que le hablaba, dando la impresión de ver perfectamente. Es un hombre gracioso, con un finísimo sentido del humor, quien aprende muy rápido, no era sino conocerlo para admirarlo, por todos sus conocimientos y su excelente memoria, se nota desde el primer momento que es autodidacta, que lee mucho y que su infancia, o no existió, o fue muy efímera.
El semáforo cambia, ahora el peatón tiene la vía, todos ven la luz verde, o casi todos, porque el ciego que trata de cruzar la calle solo la presiente. Sabe que es su oportunidad de pasar al otro lado, sabe cuánto tiempo demora en cambiar, sabe que tiene que buscar a alguien que le ayude a lograrlo.
El hombre del olor a rancio, escuchó la solicitud del chico ciego, miró el semáforo, confiando que aun había tiempo, se acercó, le ofreció su brazo que él agarró a la altura del codo, y este aprovechó, haciéndose el equivocado, en un cruce de manos para “revisarlo”. En ese momento supo que ese hombre era conocido, sintió el abandono que fue lo único que los enlazaba desde el momento de nacer.
El era el mismo que les dejó cuando el, tenia pocas horas de nacido sin fuerzas de llorar, ni su madre de suplicar.
Sintió que ese peatón recién aparecido era quien le dio la vida. El mismo que lo levantó por escasos momentos, e incluso le besó en la frente: esa sensación que él conservaba de bebé le regresó dolorosamente como cuando te haces daño en una vieja herida que esta cubierta por un perfecto vendaje. La piel de su padre -si así se pudiera llamar- era áspera y seca. La piel de alguien acostumbrado a trabajar, expuesto a sol y lluvia todo el día, todos los días. El contacto con esa piel, no era amoroso, era preocupante, de no compromiso, con esa criatura que su compañera, le estaba ofreciendo como un hijo. La sensación de inseguridad, que le quedó en la piel, le fue transmitida por el contacto con estas manos, que a pesar de recordar como grandes y fuertes, hoy estaban sin vida, como las de un hombre joven, que esta viejo de alma y cansado de vivir.
Cruzaban la avenida, el ciego le hacía preguntas sobre si tenia hijos, si era casado, o cosas así, pero de cuyas respuestas no se enteró y no quería saber, solo preguntaba porque quería comparar registros de voz de hace 22 años con la de esta hora pico en la hora matutina.
Cuando el chico ciego estuvo seguro de quien era aquel hombre, quiso soltarse rápidamente, como cuando por accidente metes la mano al fuego y el quemón envía un aviso de peligro al sistema nervioso. Quiso deshacerse de aquel brazo inmediatamente. Esas manos sin entrega, su voz sin compromiso, y su olor a rancio, le pasaron como en una película, que menos mal no puede ver porque no quería verla.
Para este momento ya habían cruzado los cuatro carriles de esa gran avenida, el ciego ya había hecho un doloroso viaje a su pasado, y el hombre posando de buen samaritano, quería saber si necesitaba que lo llevara hasta algún lugar, a lo cual este soltándose rápidamente de su brazo negó de inmediato, agradecido apretó su mano y le deseó los buenos días.
Al llegar a su destino les contó a sus amigos lo sucedido y al preguntarle ellos por qué no le dijo a este hombre que lo había reconocido, el les dijo con gesto irónico: “Con ser abandonado una vez en la vida tengo suficiente. Dos serían demasiado”.
PatinCardona
01/12/15
Bugaloo
Si fuera pintora, me demoraría muchísimo eligiendo los colores, las texturas y las formas para mostrar personas, para reflejar sentimientos, decisiones, para hablar de ellos en verdad. Prefiero escribirlo, aunque nunca podría empezar mi relato diciendo por ejemplo: era uno de esos personajes como cualquier otro, porque no creo que haya nadie igual a cualquier otro.
Tampoco podría decir: era un día más, uno como tantos otros días, porque los días dependen del punto de vista de cada uno. Empezaría el relato diciendo: “el día estaba lluvioso, el viento lanzaba recuerdos de tormentas y borrascas mitológicas” Pero… ¿si mi personaje estaba eufórico, lleno de esperanzas con la ilusión que imprime solamente lo que lleva en su mente, y el día para el no es gris no es frío? entonces mi relato moriría antes de nacer.
Así pues puedo hablar de Bugaloo no solamente, como una mezcla entre cumbia y merengue, sin ser un Merecumbe pues su nombre se lo debe solo al positivismo al empuje, en su vida no únicamente a la mezcla de cumbia y merecumbe, si de todos los matices de colores de alegrías de bailes de gracia de chistes y esperanzas que lleva sobre sus hombros.
¿y por que me pregunto yo?, ¿Por qué? alguien como el lleva toda esta carga de buena vibra encima?
Nuevamente, si fuera su pintora o si pudiera escribir su biografía, si me llamaran a hacerlo sin haberlo conocido, como lo conozco, mis trazos serian grises, con tonos pardos casi sin vida. Si tuviera que escribir acerca de Bugaloo sin haberlo tenido algunos ratos en mi vida yo escribiría por ejemplo: “Era un niño que vivía en la calle, nunca nadie supo de donde salió o a que hora empezó a vivir en esa esquina, ni que edad exacta tenia. Todos calcularon que tenia 11 años cuando un vecino lo llevó a su casa, cuando por primera vez durmió en cama y tuvo comida caliente de un plato limpio, sentado a una mesa y silla, sencillas pero reales al fin.
No sé su nombre y no me interesa porque lo que se de el es más importante: Se que a pesar de la pintura gris conque desprevenido podría pintarse o a pesar de la nube cargada de lluvia que podría poner sobre su cabeza. Sé que a pesar de todo eso el es un merecumbe mezclado de bugaloo para quien los días grises y los futuros inciertos no existen.
PatinCardona
13/02/16
Merengue o merecumbé
Esos hombres sobrados de pases, como aquel del recuerdo de mi adolescencia que parecía ser un dueño-de-tu-vida. Esa raza indómita de hombres Marlboro en amaneceres nublados con vacas bramando y enormes praderas que adivinamos verdes. Hombres que sabían que lo eran por que así los vistieron desde niños, esos que van aprendiendo con los años y a golpes, esos que la televisión nos mostraba como ejemplo, y los que todas las chicas queríamos conocer.
Eramos una mayoría buscando identidad, libertad. Tiempos adolescentes de fiesta en fiesta llenos de música, perfumes, empanadas bailables y gaseosa. Nosotras, las chicas, sentadas, a la espera de ser elegidas como compañera de baile. Ellos del otro lado de la sala, mirando, revisando, pensando si ellas le ven como un ganador, como el quiere mostrarse. Nosotras en cambio solo queremos que ese chico que esta mirando para nuestro lado, me elija a mi, que me pida bailar con el, solo quiero que me saque a bailar.
El chico revisa, analiza las posibilidades, va y viene con la mirada escudriñadora. Al final gano la absurda competencia, soy la elegida, ahí viene él, con sus risas de propaganda CLOSE-UP. Sus venias de esclavo indio en guantes blancos, trabajando para ingleses usurpadores. Vendiendo su nada modesta persona. Finalmente, vendiéndose. Como diciendo: Te regalo la oportunidad de lucirte a mi lado, NENA.
Para bien o para mal, este momento, ha llegado, no se si buscado, elegido o simplemente sin pensarlo, llegó. Ahí estaba yo, en el medio de un salón inmenso, con mis esperanzas puestas es este vendedor de sueños. Yo con la ilusión, primero de llevarle el paso, que es como hacerle caso. Queriendo encontrar la diferencia, descubrir algo interesante o tan solo intentar. Sintiéndome ínfima, ridícula y peor que eso, en el lugar equivocado.
Él bailando a ritmo de merengue o cumbia, lo que sea, es un excelente bailador, un mar de sonrisas lleno de vueltas a derecha e izquierda con movimientos exactos de director de orquesta, muy diestro en todas estas lides.
Mientras bailamos, insiste en encontrar la talla de mi brassier revisando en el lugar equivocado. Esta atrás, busca atrás, yo quería aclararle: es atrás, no por donde vas, quiero decir, pero las palabras nunca salen de mi boca.
El ritmo de la música parece ensordecerlo, atontarlo. Sigue buscando, ya no le importa la talla del brassier, ahora está contando, revisando mis 32 dientes, con su lengua.
Yo sigo tratando de bailar, es como hacer malabarismo. Sigo sin encontrar la relación, entre este baile y los alcances de mi compañero. Mis sensaciones son de sube y baja como las balanzas que me fascinan del parque: “me gusta, me asusta me bajo”. Finalmente la música para, se detiene. El chico vuelve a hacer la venia vendedora y agradecida esta vez, yo regreso a mi silla, sintiéndome entre feliz, despistada y humillada. No sé qué pasó.
Pero si sé que la próxima vez, si hay una próxima vez, preguntaré por anticipado si ese MERECUMBÉ es un baile o un examen de anatomía.
PatinCardona
13/02/16
No tengo explicación coherente pero "OLOR A RECUERDO" ha estremecido mi corazoncito y como dice Karina Gálvez en su poema Ángel mío "Ocho lágrimas han caído de mis ojos".
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