Tuesday 5 April 2016

HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE



Entonces saltó al vacío sin importarle las consecuencias, sin pensar en la muerte.  Mientras caía vertiginosamente, en su impulso hacia abajo, sin cabida para el arrepentimiento, pensaba en la gravedad, no solo la gravedad del momento  sino la gravedad que causa la caída de un cuerpo a la tierra.En esos breves momentos,  le llegó a su memoria, la visualizó entrando a la iglesia: perfecta, hermosa, brillante como todas la novias. Llegaron a su memoria las escenas  de la fiesta espléndida de matrimonio:  los dos  rodeados de familia, los mejores amigos, risas, palabras de felicitación, y los buenos deseos de quienes bien los quieren. Hizo un recorrido por los acontecimientos recientes: el día de su  compromiso, los preparativos de la boda, la firma de papeles, y toda esa parafernalia que termina siendo una pesadilla, la cual, afortunadamente pasó rápido. Ahora después de la boda llega la muy esperada  y mal llamada  “luna de miel”;  Maravillosa, como era de esperarse, ya habían tenido algunos ensayos previos y la química fluía, ellos no querían que el hambre los apurara, solo querían permanecer bajo las sabanas suave y delicadamente sin que el tiempo acosara, ahora ellos tenían el permiso ancestral y colonial de amarse sin medida, de tener relaciones intimas lícitas, lo acababan de obtener. Disfrutándose y peleándole al tiempo el mismo tiempo, terminaron la luna de miel y  empezaron  la vida juntos: nueva  casa, nueva familia, embarazos de nueve meses convertidos en eternidades, días interminables de vomito, inapetencia sexual social y alimenticia. Inconformidad, del uno y el otro olores y flujos nuevos, desconocidos desagradables.  La novia perfecta hermosa y maravillosa, de la luna de miel se  fue convirtiendo en esa desconocida  fiera que espera en casa. Ella y sus preciosos ojos verdes ahora disparaban fuego, sus largos y lacios cabellos rubios se convirtieron en gusanos de horribles medusas, secos despeinados y con olor  a leche rancia como los biberones de los hijos. Su almohada antes impregnada   del delicioso perfume de ella ahora olía a hijos, obligaciones,  rutina, imposición y pérdida de identidad.  El confort de los espacios antes anhelados se convirtieron en cárceles. La rutina, las mañanas iguales, el sexo de compromiso y tedioso, los achaques de la edad, los hijos, las obligaciones financieras y la presión  a ser, a portarse como todos esperan lo fueron ahogando. Se sentía preso de una furia que no podía sacarse de encima.  Estaba cansado, enfermo y agobiado. La presión expulsó al lobo o quizá al loco que llevaba dentro, explotó. Levitando en esa caída  libre entró  en un túnel, en cámara lenta fue girando viendo pasar su rutinaria vida. De un solo golpe,  perdió el aire, sus pulmones no resistan tanta presión, quiso gritar, parar, devolverse no solo en la caída sino de la vida misma. No podía,  sus piernas no le ayudaban, quería gritar, nadie le escuchaba, todo era oscuro, terriblemente oscuro. ¡Cayó!, al estrellarse contra el piso, despertó, se descubrió sentado en su cama de soltero contemplando con horror  la argolla de compromiso que había comprado la tarde anterior. Decidió en un instante que  ya no le propondría  matrimonio a nadie.  Absolutamente a nadie, mientras le quedara un poco de cordura. Supo que para casarse había que ser irresponsable.